Colombia no es un fenómeno ajeno al panorama internacional, aunque sí más pronunciado en la desconfianza generalizada en la institucionalidad y en los líderes que la representan. Esta realidad esconde un círculo vicioso de cuatro puntas que crece nutriéndose de la mentira, las noticias falsas (fake news), la profundización de las problemáticas sociales y la carencia de debates con altura sobre los temas estructurales del país. La consecuencia natural de la desconfianza es que limita el desarrollo económico, social y sostenible del país. Es precisamente el deber del Estado desde la concepción de su atemporalidad generar confianza por sus instituciones, independiente del gobierno de turno. Por tanto, la desconfianza hoy reinante no es más que el reflejo de que como país hemos fracasado en consolidar un proyecto de Estado donde uno, si no el más importante pilar sea el fortalecimiento de la institucionalidad para la generación de confianza.